Una sibila era una profetisa, que interpretaba la voluntad de Apolo.
Fue mencionada por primera vez por el escritor griego Heráclito en el
siglo V antes de Cristo:
Profiriendo con su convulsa boca graves palabras sin ornato ni
perfume, años miles traspasa con su voz la sibila, porque así el dios
lo quiere (Heráclito, fragmento 12).
Él habla de una sibila sola, al igual que Platón.
Una cita en el siglo cuarto de un documento, ahora perdido, del primer
siglo antes de Cristo, señala que en ese momento había diez. Las más
famosas son las de Delfos, Eritrea y Cumas. Se dijo de la primera, que
no debe confundirse con el oráculo de Delfos, que esta había estado
profiriendo poco después de la guerra de Troya. El dios Apolo
prometió vida eterna a la sibila de Cumas a cambio de su virginidad.
Ella rechazó su oferta y fue condenada a morir lentamente, por lo que
no sucumbió hasta que hubieron transcurrido novecientos años.